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La historia de Ana Sabbally
Ana Sabbally, de 70 años, creció en la zona rural de Senegal, donde ser mujer significaba algo muy diferente. La transición de la niñez a la adultez a menudo implicaba un daño significativo para las niñas. En el sur de Senegal, la Mutilación Genital Femenina (MGF) está profundamente arraigada en la cultura local y afecta a niñas desde edades muy tempranas. La mayoría de las niñas son mutiladas antes de los cinco años, cuando aún no comprenden lo que les sucede. Otras pasan por esta dolorosa práctica durante la adolescencia, como parte de su “transición” a la adultez. Esta comunidad tiene una de las tasas más altas de Mutilación Genital Femenina (MGF) en el país.
Ana solía ser “cortadora”, la persona a la que las familias de Kolda, Senegal, llevaban a sus hijas para ser mutiladas. Para muchas de estas comunidades, la Mutilación Genital Femenina (MGF) sigue siendo una tradición ligada al matrimonio, a la transición hacia la condición de mujer y a la aceptación social, principalmente como una expresión de identidad cultural. Sin embargo, cuando Ana comprendió el daño físico y emocional que esta práctica causa, abandonó el trabajo que había estado realizando durante décadas.
Hoy, Ana tiene una nueva misión en la vida: convencer a otras mujeres “cortadoras” de que dejen la cuchilla. “Para que nuestras hijas del mañana estén sanas”, afirma Ana al explicar por qué se ha convertido en defensora del cambio y la erradicación de la Mutilación Genital Femenina (MGF). Con el apoyo de supervivientes, activistas, líderes religiosos, ancianos y figuras culturales, se está construyendo un futuro libre de esta práctica. Los activistas y las supervivientes son el corazón de este movimiento transformador.