Para construir relaciones saludables, es esencial empezar desde dentro, fomentando una autoestima sólida y un autoconcepto positivo. Cuando nos valoramos y reconocemos nuestras necesidades y deseos, estamos mejor equipados para establecer relaciones basadas en el respeto y la igualdad. Además, aprender herramientas de comunicación efectiva y negociación nos permite expresar nuestras emociones y resolver conflictos de manera sana, fortaleciendo los vínculos. Este enfoque no solo contribuye a relaciones más equilibradas y respetuosas, sino que también nos protege de dinámicas de poder o control que puedan derivar en situaciones dañinas.
La autoestima es el conjunto de experiencias subjetivas y de prácticas de vida, que cada persona experimenta y realiza sobre sí misma. La autoestima está conformada por los pensamientos, conocimientos, intuiciones, dudas y creencias acerca de uno mismo, pero también por las interpretaciones que se elaboran sobre lo que nos sucede, lo que hacemos y lo que hacemos que suceda. Cuando se habla de la subjetividad, esto se refiere a un proceso o actividad que está influenciado por las percepciones, emociones y experiencias personales. A diferencia de experiencias que se pueden medir o observar, las experiencias subjetivas son únicas para cada persona, ya que están moldeadas por su historia personal, sus creencias y valores. La autoestima al ser una dimensión de la autoidentidad marcada por todas las condiciones sociales que configuran a cada persona, y de manera fundamental por la condición de género. Cuando se habla de autoconcepto positivo, nos referimos a la percepción y evaluación favorable que una persona tiene sobre sí misma. Tiene mucho que ver con reconocer y valorar las cualidad, habilidades y logros propios; pero también es aceptarse y sentirse bien con quién se es. El autoconcepto positivo fomenta una buena autoestima y la confianza en las personas.
La realidad es que existen tantos tipos diferentes de pareja como parejas hay: algunas personas esperan a que la relación esté consolidada para hablar de pareja y otras hablan de “su pareja” desde el segundo beso. Algunas parejas pactan fidelidad absoluta y otras mantienen una relación abierta. También hay ciberparejas, cuyos miembros no se han visto en persona y parejas que conviven. Unas parejas duran mucho y su relación es satisfactoria, mientras que, para otras, la ruptura es casi un desahogo; otras apenas duran un tiempo y, sin embargo, la ruptura es muy dolorosa para ellas.
Todas las parejas son posibles, siempre y cuando: hayan elegido estar juntos/as y considerar que lo que tienen es especial. Para poder hablar de pareja, ambas personas tienen que consentir libremente esa unión. Se trata de un compromiso que se renueva día a día. Además, las parejas comparten un vínculo diferente al que comparten con el resto de las personas. No se trata de querer más o querer menos, sino de querer de una manera diferente. Así, las parejas comparten intimidad, confianza, respeto, cuidados, placer, besos, apoyo, sinceridad, ilusiones, caricias, seguridad, risas y muchas más cosas.
La pareja está formada por dos personas, con identidades propias, con sus defectos y sus virtudes, que, juntas, crean una tercera identidad, la pareja. Así, es importante no quitarles importancia a los tres elementos: la individualidad de cada persona y la parte común a ambas.