Hay muchas formas de ser hombre, y que todas son válidas. El atractivo de los hombres no reside en ese modelo único y hegemónico. El reto está en desarticular este modelo masculino que ha conseguido imponerse. La igualdad no se construye solo con leyes y políticas públicas, sino con millones de chicos y hombres, en muchos lugares, con muchas (aparentemente pequeñas) decisiones, pueden provocar un cambio radical.
¿Cómo se puede empezar a desarticular esas ideas? Con un poco de autocrítica por parte de los hombres. Empezar por uno mismo, con una reflexión crítica para asumir el reto de deconstruir el sistema de creencias. No resulta sencillo actuar de manera coherente como hombre que reflexiona ante esto, especialmente porque implica, de manera contundente, reconocer que se pertenece a “un grupo que oprime”, lo cual puede resultar abrumador. Sin embargo, vale la pena hacerlo, tanto para el crecimiento personal como para el beneficio de la sociedad en general. Dentro del sistema patriarcal, la conciencia creciente de la mitad “oprimida” hace poco viable un futuro en el que la otra mitad siga siendo “opresora”. La solución ha de ser colectiva. El propio concepto de la igualdad implica, como mínimo, que las dos partes tengan consciencia y cambio.
No todos los hombres, está claro, pero si todos los hombres se callan, si no actúan, se convierten en cómplices de lo que sí son violentos. Si el patriarcado perdura es porque los hombres han sido cómplices, aunque no todos sean violentos, muchos hombres han guardado silencio. No se trata de hacer sentir culpable a los hombres por haber nacido en un mundo en donde existe el patriarcado y la desigualdad, de lo que se trata es de que los hombres se hagan responsables, de que se impliquen en corregir y crear un mundo con igualdad real. Una vez que todas las personas entiendan lo injusto que es este sistema que se sustenta sobre la explotación y la violencia que sufren las mujeres, se podrán derribar las estructuras antiguas y empezar a relacionarse y a organizarse de otra forma.