Cuestionamiento de los estereotipos de género: impacto de los estereotipos

Debemos cuestionar los estereotipos de género que han moldeado las ideas tradicionales sobre lo que significa «ser hombre». Desafiar estos roles no solo es liberador para los hombres, al permitirles conectar con su emocionalidad y ser ellos mismos, sino que también es fundamental para prevenir la violencia de género.

Reflexionar sobre el papel que los hombres tienen en esta prevención implica reconocer cómo las dinámicas de poder y control se perpetúan, y cómo ellos pueden ser agentes de cambio. Fomentar masculinidades positivas no se trata solo de rechazar la violencia, sino de promover el respeto, la igualdad y la empatía en todas las relaciones.

El patriarcado es una forma de organización en un sistema económico y político en el que existe la idea de que los hombres son superiores a las mujeres, a las niñas y a los niños, y la naturaleza. Esta ideología hace creer que la dominación de los hombres es “natural”, y que lo “normal” es que se domine a los seres más débiles. Por eso los hombres se construyen como los “dueños” de seres que se consideran inferiores. El patriarcado, además los ha legitimado a utilizar a seres inferiores, y que tienen “derecho” a hacerlo. El término clave para entender el patriarcado es la explotación. Hace creer que las mujeres son objetos que se pueden utilizar para obtener beneficios. Por eso, existen tantas mujeres explotadas en hogares, fábricas o trabajos forzados.

La lucha por la igualdad es una cuestión de todas las personas, no solo de las mujeres. Porque todas y todos queremos vivir en una sociedad igualitaria y sin violencia, y eso implica que entre todos y todas la construyamos. Pero también porque las normas de género que se encuentran en la base de la violencia no sólo hacen daño a las mujeres, sino también a los hombres.

Algunos ejemplos como que: “Los chicos no lloran”. Esa idea de que los hombres deben ser fuertes y reprimir sus emociones limita enormemente su bienestar emocional. Al llevar quince, veinte o treinta años sin poder expresar ni su debilidad ni sus sentimientos, acaban por no tener herramientas de gestión emocional, o por no entender por qué hay mujeres que les reprochan que no se están haciendo cargo de determinadas cosas en su relación. También, las normas de lo masculino hacen que muchos hombres acaben haciendo cosas que no querían hacer. Cosas que, a veces, son peligrosas: conducir a mucha velocidad; no ponerse una mascarilla o un preservativo, etc….

Pero hay un alto precio que pagar, eso que llamamos masculinidad hegemónica (la forma de ser hombre que se ha impuesto en nuestra sociedad) implica un estatus. Si no eres o no te comportas como manda la norma, lo pierdes: si no eres fuerte (por dentro y por fuera); si pides ayuda; si hay algo en ti que se lea como femenino; si no eres heterosexual; si no tienes muchas relaciones sexuales (o si no lo cuentas); si no te pones en riesgo; si no eres agresivo; si un día lloraste; estás fuera.