Desmitificación de mitos sobre violencia de género y roles de género: análisis de creencias erróneas y su papel en la perpetuación de la violencia

Es muy importante cuestionar los roles y estereotipos de género que, a menudo, aceptamos sin darnos cuenta. Estos estereotipos, arraigados en nuestra cultura, asignan expectativas y comportamientos rígidos tanto a mujeres como a hombres, limitando su libertad y fomentando relaciones desiguales. La cultura, es un instrumento poderoso que influye fuertemente en la manera de pensar, sentir y actuar de las personas. Es decir, la cultura influye en los valores, en la forma de entender el mundo, y también en los prejuicios y mitos que se tienen de diversas situaciones, y la violencia no está exenta de prejuicios culturales que condenen, de antemano a las mujeres y justifican a los hombres violentos.

 

Durante los procesos de socialización son muchos los mensajes recibidos en relación a los roles que deben asumir las personas según su género, las narraciones de los cuentos, las novelas, las películas, las canciones y otras producciones culturales influyen sobre las expectativas y creencias, y son justo, los mecanismos de socialización como la familia y la escuela, los que presionan para que las personas ejerzan el rol sexual de manera adecuada.

 

Las mujeres desde la infancia, son socializadas en el amor y la dependencia, recibiendo el mensaje de que tienen la responsabilidad de mantener la relación de pareja, que esta relación es esencial para su felicidad y supervivencia, y que su misión es encontrar refugio en la pareja en un mundo inestable. La socialización les asigna un papel de subordinación y cuidado dentro de la pareja, en contraste con los hombres. Además, las mujeres son definidas como «ser-para-otros», asumiendo un rol de cuidadoras, responsables del bienestar de los otros, a menudo sacrificando sus propias necesidades, por amor. También se les asigna una predisposición hacia el amor, viéndolas como completas solo cuando pertenecen a una pareja. Su identidad está vinculada a la maternidad, siendo este rol fundamental para su realización, y a su apariencia física, donde la belleza juega un papel crucial en su visibilidad y aceptación social. Se espera que den una gran importancia a las emociones, los afectos y las relaciones interpersonales, considerando estas relaciones esenciales para su felicidad, lo que lleva a una idealización del amor y una percepción del fracaso si este vínculo se pierde.

 

Los hombres, por el contrario, son socializados en la autonomía y la independencia. Se les asigna un rol de dominación dentro de las relaciones afectivas, donde deben ser racionales, autosuficientes, controladores y proveedores, así como audaces y exitosos. La masculinidad está construida en oposición a las características tradicionalmente asociadas con las mujeres, como la emocionalidad o la dependencia. El amor, en este contexto, no es algo que deban expresar abiertamente; más bien, se presenta como un aspecto que dominan y controlan, estando más desapegados del sentimiento y sin la dependencia emocional que se asume en lo esperado para las mujeres. El éxito para los hombres no se mide solo en el amor de pareja, sino que incluye factores como el logro profesional, económico y social. Así, la falta de amor en su vida no está tan directamente vinculada al fracaso personal como ocurre en el caso de las mujeres.

 

Cuando se habla de roles de género, es importante también hablar del amor romántico, que es la idea idealizada de las relaciones amorosas. Se caracteriza por la creencia de que el amor verdadero es único, eterno y capaz de superar cualquier obstáculo. El origen del mito del amor romántico es diverso, pero ha sido desarrollado con el objetivo de promover o favorecer un determinado modelo de relación en concreto, es decir una relación monógama y heterosexual. Este tipo de amor tiene altas expectativas, inalcanzables en su mayoría, como la creencia de que la pareja debe satisfacer todas las necesidades emocionales, ser la única fuente de bienestar, y que el amor no debe tener dificultades ni conflictos; estas expectativas, al ser irreales generan importantes consecuencias personales, como la insatisfacción, frustración y sufrimiento; y sociales como la sanción social y la desaprobación.

 

La crítica desde una perspectiva de género y feminista destaca que muchos de los mitos relacionados con las relaciones de pareja han sido impulsados por instituciones religiosas dentro de una sociedad patriarcal. Estos mitos tienden a reforzar el rol pasivo y subordinado de las mujeres frente a los hombres, idealizando la idea de la pareja y el matrimonio como un destino ineludible. Esto no solo perpetúa la dependencia emocional y económica de las mujeres, sino que también promueve un único papel, como cuidadoras, restándoles agencia y autonomía en sus vidas.

 

Los mitos del amor romántico promueven una supuesta y verdadera naturaleza del amor, legitimando todo en nombre del amor. Esto es problemático porque se valora la dependencia, pero no de una manera mutua, puesto que, al educarnos a hombres y mujeres de manera desigual, en cuanto a la importancia y expresión de nuestros sentimientos, se generan relaciones dependientes y desiguales, que, pueden incluso acabar en violencia. Es importante entender que al asumir el modelo del amor romántico, también se asume que la violencia y el amor son compatibles, o que ciertos comportamientos violentos son una prueba de amor y justifican los celos, el afán de posesión y/o los comportamientos de control como muestra de amor. Sobre todo, se traslada la responsabilidad del maltrato a la víctima por no ajustarse a los requerimientos del amor verdadero. Pero en imprescindible entender que el  amor y la violencia no son compatibles.

 

La realidad es compleja, existen muchos matices, las personas tratan de cumplir los mandatos de género y acercase lo más posible a los cánones de la feminidad o la masculinidad, ante el miedo a ser rechazadas o no reconocidas por el entorno. No hacerlo, supone romper y enfrentarse a las normas fuertemente tejidas a lo largo de la historia, lo que conlleva elevados costes emocionales: culpa, miedo, inestabilidad. Es por eso que la reflexión crítica es tan importante, pues ayuda a las personas a vivir vidas auténticas, con base en sus propias creencias y valores, vidas con libertad, vividas desde el respeto, la igualdad, la no violencia.

 

Los mitos sobre la violencia de género y los roles de género son creencias erróneas que perpetúan la desigual y justifican comportamientos abusivos.

 

MITO REALIDAD
Los hombres son naturalmente agresivos y las mujeres pasivas. La agresión y la pasividad son comportamientos aprendidos y no están determinados biológicamente. Ambos géneros pueden exhibir una amplia gama de comportamientos y emociones. Creer que los hombres son violentos por naturaleza es una forma de violencia en sí misma, ya que perpetúa estereotipos dañinos.

La violencia de género no existe.

Siempre se exagera la realidad cuando se habla de violencia contra las mujeres.

La violencia de género es una realidad comprobada y documentada por múltiples estudios e informes a nivel mundial. La ONU y la OMS, millones de mujeres en todo el mundo sufren algún tipo de violencia a lo largo de su vida, ya sea física, psicológica, económica o sexual. Lejos de ser una exageración, estos datos reflejan la gravedad y la magnitud del problema. La violencia de género tiene profundas consecuencias en la salud física y emocional de las víctimas, y perpetúa desigualdades de poder entre hombres y mujeres. Negar o minimizar esta violencia no solo invisibiliza a las personas que la sufren, sino que también contribuye a perpetuar un sistema que mantiene estas dinámicas de abuso y desigualdad.
Las mujeres son responsables de mantener la armonía familiar y/o en las relaciones. Esta creencia pone una carga injusta sobre las mujeres, ignorando que todos los miembros de la familia o pareja tienen un papel en la creación de un ambiente positivo y saludable.
A las mujeres les gusta el abuso, si no se marcharían A ninguna mujer le gusta la degradación y la humillación de una relación violenta. Pero muchas mujeres no tienen alternativa, no tienen un sitio a donde acudir y carecen de recursos económicos propios. Y muchas se enfrentan a amenazas de incremento de violencia si se marchan. La dependencia económica, la falta de relaciones afectivas donde apoyarse y el estado emocional en que se encuentran, con pérdida de autoestima, depresión, miedo, son entre otros, los motivos por los que una mujer tarde en tomar de decisión de buscar ayuda.
La violencia hacia las mujeres ocurre principalmente en familias de bajos ingreso La violencia familiar es transversal al afectar a personas de cualquier raza, clase y nivel cultural. Los servicios sociales dan cuenta de un número proporcionalmente mayor de mujeres de bajo ingresos, porque las mujeres con mayores medios acuden a los servicios privados. Existe una tendencia a pensar que las mujeres de familias con más recursos económicos no sufren violencia por razón de género. Esto no es cierto, y además estas mujeres pueden tener otras presiones de tipo social para no comunicar su problemática o demandar ayuda de los servicios sociales, como por ejemplo salvar la carrera profesional del esposo, vergüenza ante su círculo social.
Las mujeres deben ser las principales cuidadoras. Esto es desvalorizarte y limita las capacidades y elecciones de las mujeres en otros ámbitos de la vida. Esta creencia ignora la importancia de la corresponsabilidad en el cuidado y en las tareas del hogar, y perpetúa la idea de que el bienestar familiar recae exclusivamente sobre las mujeres. Es esencial reconocer que tanto hombres como mujeres pueden y deben participar en el cuidado y la crianza.
No hay manera de romper con las relaciones abusivas Las mujeres pueden librarse, ellas mismas de las relaciones abusivas, cuando reconectan con su propia fuerza y se valen de los recursos comunitarios que ofrecen ambientes seguros.
Las agresiones físicas ponen más en riesgo la salud psicológica de la víctima. La presión psicológica incapacita para el funcionamiento habitual de la mujer de una forma tan contundente como la agresión física.
Las mujeres tienen problemas más importantes que los generados por la violencia de género. La violencia de genero supone la causa más común de lesiones en la mujer, incluidos robos, accidentes de coches. La integridad personal es el problema más serio.
Con el tiempo los problemas de la violencia de género se solucionan Cuanto mayor sea el tiempo que las mujeres estén expuestas a esta violencia, mayores serán las secuelas psicológicas. En no pocos casos, las secuelas psicológicas se hará crónicas y, quizás, irreversibles.
La violencia de género es un incidente derivado de una pérdida de control momentáneo. Los maltratadores emplean las agresiones, las amenazas, las intimidaciones y el abuso psicológico, etc., para coaccionar y controlar a la víctima. La agresión física puede no ser continua, pero permanece como un factor oculto y constante de intimidación. Los maltratadores son selectivos en el ejercicio de la violencia, lo demuestra que son capaces de controlarse en cualquier otra situación con extraños.
La violación sexual en pareja no es tan gravo como la violencia por un extraño; es sólo que una no tiene ganas y el otro insiste. La violación en pareja es tan violenta, como degradante y muchas veces, más traumática. Algunas veces es perpetrada brutal y repetidamente.
La violación en pareja no es ofensiva, ya que han tendido relaciones sexuales anteriormente. La expresión sexual de amor es una cosa, el sexo forzado y brutal es otra. El matrimonio o las relaciones no autoriza el ejercicio de la violencia sexual. Forzar una relación sexual, con quien sea, independientemente de la relación que se tenga, SIEMPRE es un delito.
Cuando las mujeres dicen NO quieren decir SI. Los hombres violentos piensan que las mujeres no se atreven a manifestar sus deseos sexuales y por ello “creen” que las tienen que obligar o forzar. Cuando una mujer dice NO, significa que NO QUIERE.
En el caso de que tengan hijas o hijos es necesario que aguanten Si la mujer es agredida los niños/as presencian la humillación de su madre, convirtiéndose en testigos, y en muchos casos también en víctimas directas; produciéndoles trastornos de conducta, de salud y aprendizaje.

Las creencias sexistas no tienen

relación con la violencia de género

El sistema de creencias sexista es el pilar sobre el que se construye

la relación de violencia de género.

Las personas que agreden

son víctimas de sistemas familiares y sociales maltratantes.

Existen maltratadores provenientes de todo tipo de modelos familiares y sociales. Lo que tienen en común es un sistema de creencias muy sexista.