Educación sexual como herramienta de prevención y derecho

Por último, la educación sexual es la herramienta por excelencia para prevenir las violencias. En este sentido, es destacable que la educación sexual se ha ido transformando a lo largo de la historia, se ha entendido bajo distintas perspectivas y se lleva a cabo en el día a día en distintos contextos y condiciones. Cuando se habla de educación sexual, se habla de un proceso de enseñanza y aprendizaje sobre la sexualidad y sus aspectos psicológicos, físicos y sociales. Su objetivo es proporcionar a las personas conocimientos, habilidades, actitudes y valores que les van a permitir disfrutar de salud, bienestar y dignidad; cuidarse y entablar vínculos y relaciones basadas en el respeto; analizar cómo sus decisiones afectan su propio bienestar y el de otras personas, y comprender cómo proteger sus derechos a lo largo de su vida y defenderlos.

 

Por eso el conocimiento y la capacidad de poder tomar decisiones que nos ofrece la educación sexual hacen que la convivencia y las relaciones generen felicidad y por tanto eviten sufrimiento. En este sentido, cuando hablamos de una educación sexual “con mayúsculas”, la entendemos como aquella educación intencional y programada, que va más allá de los aspectos biológicos, tiene un objetivo ambicioso más allá de la prevención de riesgos, y aborda contenidos conceptuales, actitudinales y procedimentales. Una cultura de respeto y consentimiento implica reconocer el consentimiento como un componente esencial de la salud sexual. Fomentando una cultura donde la comunicación y la protección sean la norma, de esta forma no solo se mejora la calidad de las relaciones, sino que también se contribuirá a una sociedad más saludable y más equitativa.