Introducción al consentimiento: definición, importancia, formas y características

El consentimiento es un pilar fundamental en la prevención de la violencia sexual, ya que establece una base clara para las relaciones respetuosas y saludables. El consentimiento se define por la RAE como “permitir algo o condescender en que se haga”, es decir, permitir o aceptar lo que otro solicita o propone. Lo que quiere decir es que al consentir algo, estamos permitiendo hacer algo.

Entender que el consentimiento debe ser libre, entusiasta y continuo ayuda a desmitificar ideas erróneas sobre las relaciones eróticas. Esto quiere decir que, las personas deben de ser libres para poder consentir libremente, o sea no estar coaccionadas o sentir que su dignidad o seguridad esta en peligro si no consienten. Cuando decimos que el consentimiento debe ser entusiasta, nos referimos a que un encuentro erótico entre personas debe ser un espacio de deseo mutuo, donde se comparta placer, vulnerabilidad e intimidad de manera genuina. El consentimiento no solo implica estar de acuerdo, sino desear activamente participar, ya que no puede haber entusiasmo sin deseo. Además, el consentimiento debe ser continuo, lo que significa que no se puede asumir que, porque una vez alguien dijo que sí a una práctica erótica o situación similar, esto será siempre así. Cada encuentro requiere un consentimiento renovado. Un sí en el pasado no condiciona un sí en el futuro. El consentimiento no es algo que se dé una vez y para siempre, si no que nos permite expresar en cada momento y situación qué queremos y qué no, establecer límites y respetarnos. Las personas cambian de opinión en muchas ocasiones, no siempre queremos lo mismo, de la misma manera o de la misma persona. Todos y todas tenemos la libertad de decidir y no tenemos que tomarlo como algo personal.

 

El consentimiento puede adoptar distintas formas, tanto verbales como no verbales. Las expresiones verbales pueden ser frases como: «me encantaría», «es mi favorita», «suena divertido», «me gustaría eso», o gestos como guiar con la mano. Por otro lado, lo no verbal puede incluir señales como estar callado/a, estar borracho/a o inconsciente, decir «para», «me haces daño», «no me gusta», «bueno…», «no sé», «eso no lo quiero», «no me apetece», «déjame», o impedir determinado movimiento, llorar, gritar o quedarse paralizado/a. Tanto las palabras como los silencios, los gestos y la expresión facial aportan una gran cantidad de información. Por eso, es importante preguntar de forma constante: «¿te gusta esto?», «¿qué te apetece?», «¿te sientes cómodo/a?», «¿quieres que sigamos?», «¿te gustaría si…?»… Hay múltiples opciones. Es esencial asegurarnos durante todo el encuentro de que ambos estamos cómodos/as, haciendo lo que realmente nos gusta y apetece en cada momento. También puede ocurrir que, aunque se haya iniciado un encuentro, una de las partes decida que no quiere continuar, y no debemos sentirnos culpables ni culpar al otro por ello. El consentimiento no es ilimitado ni definitivo; es reversible y debe ser deseado, lo que significa que puede cambiar en cualquier momento, y eso está bien.