Promoción de la privacidad y la seguridad en el uso de internet

El sexting es una práctica habitual, tanto entre personas jóvenes como adultas, y seguramente lo sea por dos razones, principalmente. La primera, que conecta claramente con algo profundamente humano: nuestra necesidad para compartir información personal a la hora de establecer relaciones. De hecho, lo que hace que una relación se convierta en íntima es precisamente eso. Nuestras parejas conocen a nuestra familia, nuestro círculo de amistades, los defectos que tratamos de ocultar en otros contextos. Y personas con las que mantenemos encuentros eróticos comparten la intimidad del cuerpo. Son relaciones íntimas precisamente por eso y el papel que juega internet en ese sentido es vehicular; se trata de un canal al servicio de ese fin.

Además, internet ofrece algo que facilita enormemente ese intercambio erótico: la virtualidad y la inmediatez. No es lo mismo mostrar el cuerpo desnudo de forma presencial que en la distancia. Ni es lo mismo conseguir que eso surja cara a cara con la otra persona que necesitar únicamente dos clics para hacerlo, especialmente en un contexto en el que la excitación y la urgencia mandan.

En determinadas ocasiones, compartir información muy privada y personal puede hacernos sentir expuestos/as, sobre todo si no existe reciprocidad. Existe un riesgo ya que, incluso confiando en la otra persona, ésta puede compartir la información con otros/as. Además, compartir información utilizando internet implica que ese riesgo sea mayor, puesto que la otra persona tiene una “prueba” de lo que se ha compartido. Esta información puede distribuirse, incluso cuando se está seguro/a de que la otra persona nunca haría eso.

Estos riesgos se pueden prevenir una opción para prevenir los riesgos es recomendar que no se mantengan prácticas de este tipo, pero es verdad que, muchas veces, el deseo, la excitación y la inmediatez se anteponen a esta decisión. Que el sexting forme parte del repertorio erótico no implica que todas las personas tengan que realizarlo, pero sí que pueda realizarse y que además pueda realizarse sin asumir riesgos.

Es fundamental reflexionar sobre la creencia de que necesitamos exponernos y obtener validación a través de las redes sociales, recordando siempre que la privacidad tiene un gran valor.

La violencia de género ha encontrado un nuevo espacio en el ámbito digital, donde se manifiesta de diversas formas, desde el ciberacoso hasta la difusión no consentida de imágenes íntimas. En un entorno cada vez más conectado, es fundamental reconocer cómo estas agresiones en línea perpetúan el control y la humillación, afectando a las mujeres.

 

Este tipo de violencia no solo tiene un impacto psicológico y emocional, sino que también vulnera la privacidad y seguridad de quienes la sufren. Aprender a identificar estas dinámicas en el ámbito digital y entender las herramientas para combatirlas es esencial para construir un entorno virtual más seguro y equitativo.

La principal función de internet es el intercambio inmediato de información que, además, influye en las formas de recibir y transmitir información y de crear relaciones, también eróticas y de pareja, a través de diferentes aplicaciones específicas. Pero si bien el uso de internet ha conllevado innumerables mejoras para la sociedad, su utilización masiva y sin aprendizajes específicos y sin una reflexión crítica en cuanto al género, ha derivado, al mismo tiempo, en la aparición de una serie de nuevas formas de violencia con base digital que afectan especialmente a las mujeres y, en concreto, a aquellas más jóvenes.

 

Así, surgen retos específicos cuando se discute el uso de internet en el contexto erótico, relacionados con la privacidad, el consenso, el consentimiento y la confidencialidad. Al igual que sucede con otros aspectos de nuestra vida, la sexualidad está muy presente en nuestras redes sociales, en las webs que se visitan y en los móviles. Es importante entender la relación entre el género, la sexualidad y la violencia de género digital, ya que las mujeres suelen ser víctimas desproporcionadas de estas formas de violencia.

 

El control sobre el cuerpo y la sexualidad, que históricamente ha sido una herramienta de opresión, encuentra nuevas expresiones en el entorno digital, la violencia de género toma muchas formas, el primer paso para analizar su impacto desde lo digital es teniendo ciertas cosas claras:

•          Sextorsión: forma de extorsión sexual en la que se amenaza a una persona con difundir contenido íntimo si no se cumplen ciertas demandas, como dinero o favores sexuales.

•          Violencia verbal: uso de palabras o expresiones insultantes, denigrantes o humillantes a través de plataformas digitales, incluyendo redes sociales, chats o páginas web, para agredir o menospreciar a una persona.

•          Acceso ilegal a perfiles en redes sociales/suplantación de identidad: ingreso no autorizado a cuentas de redes sociales con el objetivo de realizar acciones dañinas, como difundir información privada o acosar a la persona.

•          Amenazas y coacciones: intimidación mediante amenazas de daño físico, emocional o reputacional, que buscan controlar o someter a la víctima.

•          Ciberacoso/stalkig digital: acoso persistente a través de internet, que puede tener o no un carácter sexual, e implica hostigamiento, insultos o amenazas. Vigilancia constante y obsesiva de una persona a través de medios digitales, utilizando redes sociales, GPS para rastrear sus movimientos.

•          Publicación de contenido audiovisual erótico de parejas o exparejas: difusión de videos o fotos íntimas de exparejas sin su consentimiento, a menudo acompañadas de comentarios humillantes.

•          Publicación de fotografías robadas de mujeres desnudas: compartir sin permiso imágenes íntimas de mujeres que han sido obtenidas de manera ilegal, afectando su privacidad y dignidad.

•          Exhibicionismo online: acto de mostrar contenido sexual explícito de forma pública en internet, a menudo sin el consentimiento de las personas involucradas.

•          Captación online de mujeres para la trata: uso de internet para atraer y manipular a mujeres con el fin de explotarlas sexualmente, lo que puede incluir la trata de personas.

Tipo de violencia muy relacionada con la estafa emocional, que es la técnica en la que el agresor engaña a la víctima con falsas promesas de amor o relación sentimental a través de internet para obtener información personal, fotos íntimas o control emocional.

•          Control a través de los móviles en relaciones de pareja: vigilancia y control excesivo sobre el uso del teléfono móvil de la pareja, que puede incluir la revisión de mensajes y llamadas sin consentimiento.

•          Grooming: estrategia de acoso en la que un adulto se gana la confianza de un menor a través de internet para explotarlo sexualmente, manipulando la relación en línea.

•          Doxing (Difusión de datos personales): publicación de información privada y personal de una persona en internet sin su consentimiento, lo que pone en riesgo su seguridad física y emocional. Esto puede incluir la dirección de su casa, número de teléfono o información financiera.

•          Violencia económica digital: control o manipulación de las finanzas de una persona a través del acceso no autorizado a sus cuentas bancarias, aplicaciones de pago o plataformas financieras en línea.

•          Deepfake con fines de violencia de género: uso de inteligencia artificial para crear imágenes o videos falsos de una persona, generalmente mujeres, en situaciones sexualmente comprometedoras o humillantes para dañar su reputación o extorsionarlas.

Algunas claves respecto al sexting, por sexting nos referimos a la práctica que consiste en intercambiar contenido erótico audiovisual a través de internet, normalmente utilizando un teléfono móvil. Puede realizarse entre dos o más personas y el contenido puede ser más o menos explícito, pero siempre cumple las siguientes características:

•          Se trata de una práctica erótica. Es decir, parte del deseo de las personas que participan y tiene una finalidad positiva y de disfrute, pudiendo formar parte de su repertorio erótico.

•          Implica que exista voluntad y consentimiento por parte de todas las personas que participan.

•          Es íntimo y privado, es decir, circunscrito a esa relación y ese momento.

Por lo tanto, no es sexting, enviar fotografías o vídeos a otra persona y que los comparta sin permiso. Tampoco es sexting hacer una fotografía o vídeo a otra persona y compartirlo sin su permiso. Ni es sexting, chantajear, amenazar u obligar a otra persona a que envíe una fotografía o un vídeo.

 

El sexting es una práctica habitual, tanto entre personas jóvenes como adultas, y seguramente lo sea por dos razones, principalmente. La primera, que conecta claramente con algo profundamente humano: nuestra necesidad para compartir información personal a la hora de establecer relaciones. De hecho, lo que hace que una relación se convierta en íntima es precisamente eso. Nuestras parejas conocen a nuestra familia, nuestro círculo de amistades, los defectos que tratamos de ocultar en otros contextos. Y personas con las que mantenemos encuentros eróticos comparten la intimidad del cuerpo. Son relaciones íntimas precisamente por eso y el papel que juega internet en ese sentido es vehicular; se trata de un canal al servicio de ese fin.

Además, internet ofrece algo que facilita enormemente ese intercambio erótico: la virtualidad y la inmediatez. No es lo mismo mostrar el cuerpo desnudo de forma presencial que en la distancia. Ni es lo mismo conseguir que eso surja cara a cara con la otra persona que necesitar únicamente dos clics para hacerlo, especialmente en un contexto en el que la excitación y la urgencia mandan.

En determinadas ocasiones, compartir información muy privada y personal puede hacernos sentir expuestos/as, sobre todo si no existe reciprocidad. Existe un riesgo ya que, incluso confiando en la otra persona, ésta puede compartir la información con otros/as. Además, compartir información utilizando internet implica que ese riesgo sea mayor, puesto que la otra persona tiene una “prueba” de lo que se ha compartido. Esta información puede distribuirse, incluso cuando se está seguro/a de que la otra persona nunca haría eso.

Estos riesgos se pueden prevenir una opción para prevenir los riesgos es recomendar que no se mantengan prácticas de este tipo, pero es verdad que, muchas veces, el deseo, la excitación y la inmediatez se anteponen a esta decisión. Que el sexting forme parte del repertorio erótico no implica que todas las personas tengan que realizarlo, pero sí que pueda realizarse y que además pueda realizarse sin asumir riesgos.

Es fundamental reflexionar sobre la creencia de que necesitamos exponernos y obtener validación a través de las redes sociales, recordando siempre que la privacidad tiene un gran valor.

 

Alguna clave a la hora de practicar sexting:

•          No enseñes partes o detalles de tu cuerpo fácilmente identificables. Cuidado con la cara, los tatuajes y piercings, y otras marcas de tu personalidad.

•          Es mejor no mostrar la cara, ni la voz, ni otras cosas como las fotografías que se tengan en la pared o la habitación, los fondos pueden dar mucha más información de la que nos gustaría

•          WhatsApp, Snapchat o lo perfiles públicos de Instagram, Facebook, X, y demás redes sociales no son buena herramienta con la cual compartir este tipo de contendidos, ni aunque se utilicen los mensajes privados. Hay herramientas, otras que te permiten compartir imágenes anónimas y solo con quien tú quieras y además permiten borrarlas más adelante.

•          Borra las fotografías y los videos una vez que las hayas utilizado o compartido, para evitar que alguien más pueda acceder desde tu móvil o PC.