Reflexión crítica: deconstrucción del patriarcado

A cambio de la obediencia al patriarcado, los hombres obtienen una serie de privilegios que les permiten comprometerse en relaciones de pareja sin renunciar a vivir historias sexuales y sentimentales con las mujeres que deseen. Tienen un derecho no escrito a contar con alguien que los cuide, ya que hasta el hombre más pobre puede esperar que una mujer satisfaga sus necesidades. Además, no se ven obligados a refrenar sus impulsos, aun cuando estos puedan causar daño a otros, ya que no se les enseña a desarrollar empatía. Disfrutan de mejores salarios y condiciones laborales, ocupando con mayor frecuencia los puestos más altos y encontrando más fácil salir del desempleo, tal como lo indican anualmente el Instituto Nacional de Estadística y el “Análisis de la Brecha Salarial de género en España”, elaborado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y PricewaterhouseCoopers. No son estigmatizados por sentir deseo sexual o mantener relaciones con múltiples mujeres, ya que su prestigio depende del número de conquistas. Asimismo, no enfrentan condenas por abortar y pueden desentenderse de embarazos, dejando a sus compañeras solas en esas decisiones. También tienen la opción de ignorar su paternidad, y algunos hombres mantienen más de una familia, donde la oficial recibe más recursos mientras las demás se contentan con las migajas de tiempo y dinero que pueden ofrecer. Además, se les enseña que es legítimo acosar y forzar sexualmente a las mujeres, perpetuando un sistema conocido como “cultura de la violación”.

 

Cuando se habla de la cultura de la violación, nos referimos a un concepto feminista que trata la violación como un problema social y estructural, aceptada y normalizada debido a las ideas sobre el género, el sexo y la sexualidad.