La mutilación genital femenina (MGF) es una forma extrema de violencia de género que viola los derechos humanos de mujeres y niñas, afectando su salud física, emocional y sexual de manera irreversible. Aunque está prohibida en muchos países, sigue siendo una práctica profundamente arraigada en ciertas culturas, justificada por tradiciones y creencias sobre la pureza o el control del cuerpo femenino. Es esencial abordar la MGF desde una perspectiva de derechos humanos, reconociendo su impacto devastador y trabajando en la sensibilización y prevención, respetando las culturas, pero desafiando aquellas prácticas que perpetúan el daño y la violencia hacia las mujeres.
La mutilación genital femenina es una práctica especialmente dañina para la salud física, psicológica, sexual y reproductiva de las mujeres y las niñas. Es una violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, una forma de violencia contra la mujer, es decir, es una manifestación especialmente cruel de la discriminación por razón de género ya que es un acto de violencia que se ejerce contra las mujeres y las niñas por el hecho de serlo. Es, en definitiva, un desafío global a los derechos humanos, individuales y colectivos.
La Asamblea General de la ONU aprobó por primera vez, el 20 de diciembre de 2012, una resolución que condena la mutilación genital femenina. La Resolución 67/146, “Intensificación de los esfuerzos mundiales para la eliminación de la mutilación genital femenina”, insta a los Estados Miembros a su prohibición y castigo bajo la consideración de que se trata “de un abuso irreparable e irreversible que repercute negativamente en los derechos humanos de las mujeres y niñas”. Asimismo, se insiste en que es una práctica nociva que constituye “una grave amenaza para la salud de las mujeres y las niñas, incluida su salud mental, sexual y reproductiva y puede incrementar su vulnerabilidad al VIH y tener resultados adversos desde el punto de vista obstétrico y prenatal, así como consecuencias fatales para la madre y el recién nacido.
Se entiende por mutilación genital femenina (MGF) todos los procedimientos de ablación (extirpación) parcial o total de los genitales externos de la mujer, así como en otras lesiones de los órganos genitales femeninos, causados por razones culturales u otras y no con fines terapéuticos. La MGF viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho de la persona a no ser sometida a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte. En este sentido, la MGF es una manifestación de la violencia y la desigualdad de género, basada en una serie de convicciones y percepciones profundamente arraigadas en las estructuras sociales, económicas, políticas y, en algunas ocasiones, religiosas, de algunas comunidades.
En este sentido, la MGF es una manifestación de la violencia y la desigualdad de género, basada en una serie de convicciones y percepciones profundamente arraigadas en las estructuras sociales, económicas, políticas y, en algunas ocasiones, religiosas, de algunas comunidades. En la mayor parte de los casos la MGF es realizada por una mujer de edad avanzada, muy respetada en la comunidad, y que habitualmente suele ser la partera o la que ejerce la medicina tradicional (curandera) en el grupo, esta práctica se desarrolla en condiciones higiénicas deficientes y los utensilios empleados son muy diversos. Las causas por las cuales se practica responden a un conjunto de factores culturales, religiosos, sociales y comunitarios, es importante tener en cuenta que es una práctica que depende más de la identidad étnica que al país al cual se pertenece.